La integración social, y laboral, de las personas con discapacidad solo puede conseguirse con una educación accesible y adecuada para todos. Esa es la conclusión a la que se llegó en la Mesa de Educación e Investigación de los Encuentros ABC Discapacidad, organizados en colaboración con la Fundación Konecta.
El plantel de expertos de la sesión estaba formado por Antonio Tejada, emprendedor con discapacidad y embajador de la Cátedra de Emprendimiento y Discapacidad Fundación Konecta-Universidad Rey Juan Carlos; Francisco Pérez, adjunto al rector de la Universidad Loyola Andalucía; María Ruspoli, jefa del Servicio de Acción Social, Patrocinio y Mecenazgo de OHL; María Rodríguez Varo, del área de Acción Social de la Fundación Cajasol, y Laura Lozano, responsable técnica de la Unidad de Atención al Estudiante con Discapacidad de la Universidad de Sevilla.
Antonio Tejada, que pudo aportar su propia experiencia, hizo hincapié en que los autónomos con discapacidad «son un colectivo emergente en España», y que la Cátedra de Emprendimiento y Discapacidad Fundación Konecta-Universidad Rey Juan Carlos se encarga de darles soluciones «para que puedan competir a nivel laboral en la sociedad». Para demostrar que el autoempleo es algo cada vez más frecuente entre las personas con otras capacidades, se acogió a las cifras: «En 2010 había 8.000 autónomos con discapacidad en España y 2015 se cerró con más de 16.000», aseguró.
Por su parte, Francisco Pérez explicó que la Universidad Loyola Andalucía se rige por una filosofía de «pura apertura y adaptabilidad», superando todas las ratios exigibles en cuanto a infraestructuras adaptadas. Además, tienen proyectos de investigación y un servicio de atención psicoeducativa y social —SAPES—, que atiende a personas con diferentes tipos de discapacidades. «Estamos intentando pasar de la integración a la inclusión, creando conciencia y abriendo oportunidades», afirmó.
El mundo universitario también estaba representado a través de Laura Lozano, de la Universidad de Sevilla, cuyos planes de integración se articulan a través de la Unidad de Atención al Estudiante con Discapacidad y que actualmente tiene 600 estudiantes con capacidades diferentes. El contacto de la institución con ellos, según narró Lozano, comienza en las pruebas de acceso y prosigue «con el apoyo al estudio y programas específicos de prácticas curriculares o extracurriculares. Además, resaltó la importancia de la investigación y la formación integradora que se imparte a toda la comunidad universitaria, ya sean docentes, compañeros o los propios alumnos con discapacidad.
María Ruspoli aportó el punto de vista empresarial y explicó el plan de RSC de OHL, que contempla actividades de voluntariado de los empleados y sus familias con distintos colectivos con discapacidad, un plan de apoyo a hijos de empleados con discapacidad y proyectos educativos con distintas fundaciones. Entre estos últimos, OHL puso en marcha «Aula Accesible», un aula itinerante donde se impartieron, por distintas partes de la geografía española, sesiones formativas en materia de accesibilidad a universitarios (arquitectos principalmente) y profesionales de los Ayuntamientos y de empresas, con el objetivo de sensibilizar sobre este tema tan importante, y también una guía, dirigida a niños entre 4 y 8 años, para integrar la discapacidad en el ámbito escolar. Ruspoli informó, además, de que OHL, principalmente a través de su filial Servicios Ingesan, tiene contratadas 600 personas con discapacidad o riesgo de exclusión social.
De otro lado, María Rodríguez Varo afirmó que, debido al intenso compromiso de la Fundación Cajasol con las personas con discapacidad, los proyectos que lleva a cabo son muy distintos, afectando a grandes entidades del sector y también a las más modestas. «Intentamos llegar a esos sitios que lo tienen más difícil, al ámbito rural», explicó. Su campo de acción se resume en cuatro objetivos: equipación y apoyo a los centros, fortalecimiento de las entidades a través de convenios y formación, sensibilización y educación, incidiendo en la atención temprana.
Partiendo de la idea, compartida por todos los ponentes, de que la transformación social y la sensibilización son claves para que, al llegar al entorno educativo, las personas con discapacidad manejen un panorama inclusivo, se puso sobre la mesa el papel de la familia. Para María Ruspoli, como demuestran sus proyectos de voluntariado, educar a los niños para que vean la discapacidad como algo normal es esencial. «Cuando integras algo de una manera normalizada desde pequeño, luego no existen problemas en el mundo universitario», afirmó. Igualar la discapacidad, según Antonio Tejada, es también tener en el entorno más cercano a una persona con capacidades diferentes. «Si hoy en día hay ciudadanos que no tienen un amigo, conocido o familiar con discapacidad, tenemos un problema de exclusión. Considerarlo normal es la única forma de ir derribando muchísimas barreras».
La inserción laboral, una vez finalizados los estudios, también formó parte del debate. Tanto Francisco Pérez como Laura Lozano explicaron que sus centros universitarios poseen servicios de empleabilidad, una plataforma que busca darle salida a los estudiantes con discapacidad que buscan su primer trabajo. «Hay que hacer una gran fortaleza de lo que es una pequeña debilidad, poner en valor los talentos que tienen», resumió Pérez.
Por su parte, María Ruspoli aseguraba que, al buscar candidatos para un puesto de trabajo muy especializado, OHL no había encontrado ninguna persona con discapacidad, a lo que Antonio Tejada respondió que ése era uno de los principales problemas del colectivo, que «falta formación». «Se necesita más cualificación, además de intentar que los futuros estudiantes se centren en los perfiles con demanda de empleo». «Si vamos a hacer un trabajo sobre discapacidad y va un arquitecto en silla de ruedas, su trabajo tiene la experiencia de usuario y la preparación técnica en la misma persona. Hay que identificar ese tipo de valor añadido», defendió el emprendedor.
Respecto a la educación de las personas con discapacidad en entornos rurales, María Rodríguez Varo aportó la experiencia de la Fundación Cajasol: «Las necesidades de este colectivo en los pueblos son las mismas que en las ciudades, pero no lo son sus recursos», explicó. «Ayudamos en proyectos muy pequeños, como talleres de iniciación a la lengua de signos, ya que creemos que la educación es clave hacia una sociedad inclusiva».
Uno de los puntos tratados en la Mesa Redonda sobre Educación e Investigación fue la accesibilidad, en todas sus facetas, de los centros universitarios. Según explicó Tejada, que fue uno de los primeros estudiantes con discapacidad de la Universidad de Granada, cada vez son más las personas con capacidades diferentes que comienzan una titulación, pero solo un ocho por ciento logra acabarla. «Cuando hablamos de accesibilidad física, tenemos que concienciarnos de que una mayor calidad de las infraestructuras es una ventaja para todos, no solo para las personas con discapacidad», aseveró Tejada, que reconoció que en la universidad aún queda mucho camino por recorrer. «Hay que conseguir accesibilidad a todos los niveles: en el entorno físico, en la comunicación, en las nuevas tecnologías y, en lo más importante, en la actitud».
Francisco Pérez puntualizó que, gracias a los desarrollos tecnológicos, integrar, desde el punto de vista físico, a las personas con discapacidad es más fácil, pero que aún hay dificultades «en el tema actitudinal». «Sin caer en el paternalismo, tenemos que intentar que todas las personas sean autónomas, tratarlas individualmente».
Por parte de la Universidad de Sevilla, Laura Lozano explicó que trabajan con mapas de itinerarios accesibles y, aunque no pueden hacer adaptaciones de contenidos, sí que procuran la accesibilidad curricular a través del acceso, de la preparación del espacio o de figuras como la del ‘estudiante colaborador’, que recibe una formación y acompaña en sus estudios a la persona con discapacidad.